El PP da categoría de héroes a torturadores y asesinos (2001)

El Otro País, nº 3, febrero-marzo de 2001.

http://www.nodo50.org/elotropais/n3/meliton.htm

El galardón a Manzanas es otra provocación del PP en su contraofensiva fascista

Pedro Navarro
María Esther Bello Herández

La concesión de la “Gran Cruz de la Real Orden del Reconocimiento Civil” al inspector-jefe de la policía franquista Melitón Manzanas, aclara casi definitivamente las intenciones que el Gobierno del PP incluye en su ofensiva reaccionaria y en la contrarreforma que lleva adelante “sin encontrar resistencia alguna”. A pesar de que existen precedentes notorios, lo cierto es que al pretender “santificar” a Melitón Manzanas, elevando a la “categoría de héroe” a un profesional del “crimen de Estado”, además de “chivato” y torturador sistemático, es otra provocación en toda regla, intolerable para cualquier progresista

Antes de que condecorasen al torturador Melitón Manzanas, laurearon a uno de los asesinos en los “Sucesos de Montejurra”.

La efemérides del gesto no merece otra valoración. Una vez conocida la decisión de galardonar al sujeto que más destacó en esa miserable profesión suya contra las personas detenidas, especial y casi exclusivamente dentro de Euskadi, los mal calificados partidos de izquierdas pusieron el grito en el cielo. No hace falta recordar que Melitón Manzanas fue un chivato de la Gestapo (terrible y temible policía nazi), y que con ellos aprendió sus macabras técnicas. Pero fue un alumno aventajado, pues años después, destinado en el País Vasco, con aquel burdo refinamiento hizo estragos en los cuerpos de miles de personas detenidas.

De todo eso han escrito, pero sin pormenorizar el morbo criminal que presidía su acción policial de la mañana a la noche, e incluso, en las temibles madrugadas. Como jefe de la Brigada Política-Social en Euskadi, Melitón Manzanas se vanagloriaba de “sacarle a esos hijos de puta hasta cuanto no sepan del gran José Antonio Primo de Rivera”. El bárbaro Melitón Manzanas tiene varios muertos en la sordidez de sus hojas de servicios, aunque algunos fallecieran en hospitales o sus propias casas, trasladados así “para que no figuren estadísticamente como “muertos” en comisaría”. Ningún parangón hay para tan incalculable nómina de sangre. Libros y periódicos, sobre todo extranjeros y clandestinos, divulgaron las hazañas terribles de Melitón Manzanas.

Nosotros queremos que conozcan otros detalles de su cobarde actuación sistemática, lógicamente arropado por el clima de miedo, terror e impotencia promovido por la dictadura franquista.

Ni qué decir tiene que Melitón Manzanas era el personaje más temido en Euskadi, pero también el más odiado durante la larga noche franquista y ya desde la postguerra. Sólo su mención, aún hoy, provoca escalofríos, profundo terror y miedo, análogo al miedo que le tenían a la lepra en la Edad Media. Pero yendo al grano, recordemos que este innombrable personaje, al que ha laureado el Gobierno derechista del PP, disfrutaba de su repugnante cometido. Más aún, al menos en el cuartel de Intxaurrondo y la comisaría de Bilbao, siguen poniéndolo como ejemplo de lo que “debemos hacer nosotros con todos los cabrones vascos y las putas vascas”.

Porque hay que afirmar sin ambigüedades que el torturador y asesino Melitón Manzanas disfrutaba ilimitadamente de las hazañas con las que convivía cada jornada, fuera de madrugada, por la mañana, la tarde o en noche cerrada.

Siguiendo en esta línea descriptiva de su heróica miseria y cobarde bravuconería, recordemos algún episodio criminal suyo. Uno de esos capítulos está referido a María Mercedes Ancheta, nacida en Venezuela de padres oriundos, quien estaba en San Sebastián (entonces prohibían hablar de Donosti casi igual que hoy), cuando se produciría una detención masiva, poco después de que un grupo de jóvenes antifranquistas regaran el Barrio Viejo, en la capital guipuzcoana, de panfletos contra la represión.

María Mercedes Ancheta tuvo la desgracia de caer en las garras, nunca mejor dicho, del jefe supremo de la Brigada Político-Social del franquismo. Melitón Manzanas le “hizo toda clase de salvajadas durante seis días”, tal cual publicó El Nacional, diario caraqueño que dirigió el escritor Miguel Otero Silva. “La policía se ensañó con María Mercedes -decía el periódico-, hasta límites insoportables”.

Con una navaja de afeitar, le hizo varios cortes en pechos, espaldas y glúteos, pero la detenida nada decía, ni podía decir, más que estaba de visita turística en Donosti. María Mercedes Ancheta fue detenida sólo por tener un apellido de origen vasco. María Mercedes quedó extenuada de tanta sesión torturante. Le aplicaron la picana, sumada a los cortes que hizo en su cuerpo el sádico y cobarde Melitón Manzanas. Además, hicieron la bañera con ella, rociando con excremento el suelo de la celda en la que permanecía desnuda, mientras varias descargas eléctricas recorrían una y otra vez su debilitado y dolorido esqueleto corporal.

Entonces, el laureado, por el PP, Melitón Manzanas, cansado de que la detenida “no aportara nada y no quisiera colaborar en la defensa de la unidad de España” (sic), le aplicó su método favorito para las mujeres que apresaba. Se remangó la manga de su camisa hasta la altura del hombro y, acto seguido, ordenó a un sicario de su calaña que la atornillara bien para que “esta separatista de mierda se entere con quién está tratando”. Sin solución de continuidad, el asesino Melitón Manzanas mete su mano sanguinaria en la vagina de María Mercedes, mientras la apresada profería alaridos de muerte, algo que provocaba más delirio y carcajadas al jefe de la policía política del franquismo en el atribulado País Vasco.

María Mercedes perdió el conocimiento, pero su estado físico no amilanó al criminal que ahora han laureado sus delfines y admiradores del PP, muchos de los cuales siguen admirándolo. Entre ellos, sumados a la nómina gubernamental, están Santiago López Valdivielso, director general de la Guardia Civil, y Francisco Ansuátegui, hoy delegado del Gobierno en Madrid. Santiago López Valdivielso es un forofo franquista, hasta el punto de presumir ante sus visitas de su álbum gráfico en el que está junto a prebostes de la dictadura. Aún más, pues López Valdivielso lleva en su automóvil oficial el escudo franquista en la empuñadura del vehículo. Por otra parte, Ansuátegui está vinculado a la banda terrorista de los “olvidados” sucesos de Montejurra. En Navarra de gobernador civil, hacía idénticos estragos a los que está haciendo en Madrid, chantajeando, reprimiendo y aterrorizando masivamente a jóvenes, mujeres y hasta niños. Ahí sí que están las pruebas para el que quiera.

Pero continuemos con la macabra descripción de aquella hazaña melitoniana. El criminal laureado, cuando ya tuvo metida su mano en el organismo insensibilizado de María Mercedes Ancheta, cerró el puño para tirar fuerte, arrancando parte de la matriz de aquel organismo destrozado. Aunque se produjo una hemorragia imparable, Melitón sólo permitió que cerraran su vagina con algodones, hasta que el clínico policial llegase a la comisaría. Cuando el especialista en encubrir heridas y médico comprueba su estado comatoso, sugiere a Melitón que “es mejor que la envíes al hospital o que la pongas en libertad, porque ésta se te muere aquí mismo, en esta dependencia y en poco tiempo”. Después de estar detenida ocho días, a María Mercedes la sacaron de la comisaría, aprovechando las sombras en la noche más negra de su vida. Fue abandonada junto al hotel Inglaterra, donde estuvo hospedada hasta que la detuvieron. La recogen unos vecinos para trasladarla al antiguo hospital donostiarra. Cuando pudo recobrar el conocimiento, tres días después, no podía articular palabra. La sexta semana de su estancia hospitalaria, le dieron el alta. No esperó un solo día para retornar a su tierra. Pero eran tantas las salvajadas que sufrió, que de nuevo tienen que internarla, esa vez en la clínica Simón Bolívar de Caracas. Allí mismo fallecería cuarenta y seis días después.

Toda la narración, que parece inverosímil, fue una obra más, entre miles de ellas, del heróico criminal Melitón Manzanas. Si recordamos aquel macabro y sanguinario acontecimiento escribiendo sobre una persona que no tenía relación alguna en Euskadi, salvo el “interés de conocer una tierra de la que tan bien me hablaron en Venezuela”, es porque nunca podremos imaginarnos lo que Melitón Manzanas y sus viles y miserables sicarios en la Brigada Político-Social hacían con miles y millares de mujeres y hombres vascos por la sola circunstancia de haber nacido en un país que hoy criminalizan desde cualquier rincón ratonero en las organizaciones políticas que dicen ser demócratas de izquierda. Poner el grito en el cielo porque el Gobierno condecore al torturador Manzanas es una hipocresía intolerable y, en el peor de los casos, una prueba de sus históricos y peligrosos olvidos.

A vuelta de la esquina tenemos el ejemplo. Hablemos de episodios en los llamados sucesos de Montejurra, uno de cuyos asesinos fue también laureado sin que ningún cargo político clamase al viento o protestase enérgicamente, algo que por otra parte es cuanto han hecho toda su vida. No olvidemos tampoco que la franquista Ley de Víctimas del Terrorismo que dio cobertura al Gobierno derechista para conceder la Gran Cruz de la Real Orden del Reconocimiento Civil a Melitón, fue aprobada por unanimidad. Repetimos, aprobada por unanimidad parlamentaria, sin que cargo político de izquierda alguna pusiese objecciones a esta otra treta fascista del delfinato que está al servicio de los poderosos de siempre con el Gobierno de Aznar.

Otro capítulo revelador en la condecoración a Melitón Manzanas que no ha salido a la luz pública, nos obliga a decir que el torturador condecorado era íntimo amigo de Manuel Fraga, presidente honorario del PP, y que ha sido Manuel Fraga y sólo él, el que más se empeñó en que tal torturador fuera “honrado a perpetuidad, como ejemplo de la defensa de la unidad española y los valores eternos de la madre patria”.

Los sucesos de Montejurra, mayo de 1976 (dos meses después de la brutal represión en Vitoria ordenada por Fraga, donde sus Fuerzas de Orden Público asesinaron a tres personas), indicaban la senda elegida por la ultraderecha cuando por vía democrática ocupase el Gobierno. Refresquemos las memorias para el caso que nos ocupa.

Los organizadores del tradicional Vía Crucis carlista y la posterior concentración en Montejurra, no tenían autorización gubernativa para el acto político que pretendieron en vano celebrar en la Plaza de Toros de Estella, aunque la semana anterior el ministro de Gobernación, Manuel Fraga Iribarne, permitió que el PSOE realizase otro acto político en un frontón de pelota vasca.

Los carlistas acataron la prohibición y se disponían a celebrar el acto autorizado en Montejurra. Advierten al Gobierno Civil que en el monte habían grupos armados que realizaban extraños movimientos e, incluso, en el hostal Iratxe, sus colegas continuaban haciendo alardes amenazadores con armas de fuego.

El 9 de mayo, con despliegue represivo impresionante y desconocido de policías armados y guardias civiles, cuando iba a iniciarse el Vía Crucis al monasterio de Iratxe, los carlistas reunidos delante del convento son atacados por más de 200 paramilitares con porras sirgadas, revestidas de plástico, provocando los primeros heridos. Los carlistas reunidos se defendieron con los bastones que usan para subir al monte hasta que lograron rechazarlos.

El suceso se produjo en presencia de la Guardia Civil, que permaneció impasible el ademán. Entonces, en presencia de los guardias civiles, salió del comando atacante el siniestramente “famoso” hombre de la gabardina. Desenfunda su pistola de dotación y, a sangre fría, disparó al cuerpo de Aniano Jiménez Santos, causándole graves heridas que produjeron su muerte, dos días después. Los guardias civiles presentes no se atrevieron a detenerlo y se pusieron a sus órdenes. Luego se sabría que el asesino era José Luís Marín García-Verde, comandante del Ejército.

Los que se habían adelantado para llegar a tiempo, encontraron que el acceso a la cumbre estaba cortado por una especie alambrada baja, protegida por comandos civiles provistos de armas cortas y largas, incluyendo una ametralladora. La discusión para que franquearan el paso, terminó cuando Arrizalaga Arocha ordenó abrir fuego, escuchándose acto seguido los estruendos de disparos y ráfagas de armas automáticas. Con tan tremenda y terrorífica confusión, entre quienes se habían adelantado, personas mayores y madres con sus hijos, no lograron adivinar las sangrientas consecuencias. Ricardo García Pellejero había muerto en el acto, por una bala que atravesó su corazón. Resultaron heridas más de 25 personas, con balas en brazos, glúteos y piernas, con algunas fracturas por caídas que produjo el tumulto provocado.

El sumario instruido resultó un auténtico calvario para los que ejercieron la acusación particular. Sin partidos políticos legales, las familias de los asesinados y heridos tuvieron que otorgar poderes. Era tal el miedo y el terror, que más de un herido no se atrevió a comparecer en el juzgado. El instructor judicial decretó el secreto del sumario para las actuaciones, pero sólo para la acusación particular. Sus abogados, ni siquiera pudieron acudir a la reconstrucción de los hechos.

Pero ya sabían que Oriol y Urquijo, presidente del Consejo de Estado, estuvo en los comandos asesinos. Fue él quien habló con el general Campano López, Director General de la Guardia Civil, diciéndole que tenía la situación controlada, tal y como habían previsto. Las facturas de los comandos militares que se alojaron en el hostal Iratxe fueron sufragadas por la secretaría de caja del Gobierno Civil de Navarra, cuyo titular, Ruiz de Gordoa, recibió orden expresa de Fraga Iribarne, ministro de Gobernación, para que así lo hiciera.

Los asesinos salieron de las dependencias policiales, donde era la cita previa, situadas en el Gobierno Civil. Ninguno fue registrado en el hostal Iratxe y un empleado confirmó que eran alemanes, italianos, franceses y españoles. Las acusaciones querían que se reconociera la existencia de una trama de clara connotación política, para así poner al descubierto quien había movido los hilos. El juez se negó rotundamente, pues “son vulgares delitos de homicidio y lesiones”, y como delitos comunes sería instruido el sumario. Pero al publicarse la Ley de Amnistia, en 1977, para aplicarla a todos los delitos de intencionalidad política, automáticamente el administrador de justicia aseguró que los sucesos de Montejurra entraban en aquélla, y así concluyó el sumario, negando la posibilidad de conocer quién había movido los hilos.

Años después, la Diputación Foral de Navarra, que dio indemnizaciones por los daños a bienes ocasionados en algunos actos violentos ocurridos en la comunidad, siempre que se dedujera el origen político de que aquéllos, los amplió en 1988, “previa conformidad de la Comisión de seguimiento del Acuerdo por la Paz y la Tolerancia”.

El carlismo requirió a la Diputación Foral para que considerase “incursos en la disposición a los familiares de los asesinados en Montejurra”, sin que hasta hoy hayan recibido respuesta alguna. Al publicarse en octubre de 1999 la Ley de Víctimas del Terrorismo, los carlistas se pusieron en contacto con las familias de Ricardo Pellejero y Aniano Jiménez, los asesinados en Montejurra, en 1976, para solicitar la indemnización pertinente.

Solicitaron las indemnizaciones que la ley les atribuía, acompañada la documentación que se exigía, en Pamplona y Santander. A mediados de julio, las solicitantes reciben una notificación similar, fechadas el cinco de mayo (la de Santander se presentó a finales de mayo y, por tanto, la resolución estaba adoptada), de la Subdirección General de Atención al Ciudadano y Asistencia a las Víctimas del Terrorismo, manifestando que proponían las desestimación de ambas solicitudes, pues el hecho que “provocó las muertes no pueden ser considerado como acto de terrorismo o acción perpetrada por personas integradas en bandas o grupos armados”.

Sin embargo, uno de los asesinos de aquellos trabajadores, Arrizabalaga Arcocha, acusado de ser un autor material de aquellos crímenes, fue laureado a título póstumo con la Gran Cruz de la Real Orden del Reconocimiento Civil, la misma condecoración que acaba de recibir el sádico y brutal torturador y asesino Melitón Manzanas.

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